domingo, 7 de junio de 2009

Guillermo Almeyra

Si un esquimal desembarcase en México, creería que el centro de la vida nacional y de la preocupación popular son las elecciones, pero éstas son, simplemente, la densa polvareda que oculta lo que está sucediendo en el país y enceguece a sus habitantes.

Por supuesto, sé que el control por el gobierno clerical reaccionario de las cámaras le permitiría cubrir, con la ficción de un manto legal, cualquier atropello a la Constitución y todas sus violaciones de los derechos ciudadanos y humanos en general. Por tanto, si usted conoce a un candidato honesto y que tenga claro qué debe impedir y qué defender, vótelo; o si alguien cree, con razón, que todos los partidos son defensores del sistema, que es precisamente lo que hay que tirar al basurero de la historia, y quiere ayudar a que las urnas se llenen de votos nulos, programáticos o simplemente de bronca y repudio, anule su papeleta pero, por favor, en uno o en otro caso evite caer en el fetichismo y creer que un pedazo de papel va a impedir por sí solo los planes de delincuentes cotidianos y encallecidos, entronizados por un fraude electoral gigantesco, que se mantienen y afirman en el poder mediante la violencia y la ilegalidad.

Lo que hay que cambiar es la relación de fuerzas entre los explotadores nacionales y extranjeros y sus víctimas, entre los trabajadores y los pobres, y el gobierno del gran capital. Los votos contra la dictadura de los que legislan para ellos mismos y violan todas las leyes que protegen los intereses de la mayoría y de la nación en su conjunto, en el mejor de los casos tienen un valor propagandístico y moral. Pero lo único que puede frenar la política del grupo clerical reaccionario que gobierna al servicio del capital es la resistencia, la movilización, la organización independiente de sus víctimas y la lucha por objetivos democráticos, nacionales, que sirvan para combatir al capital.

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