jueves, 20 de noviembre de 2008

20 DE NOVIEMBRE, PARA FESTEJAR. BUENÍSIMO PARA VARIAR. PEDRO MIGUEL Y SUS NAVEGACIONES. COMPLETAS NI MODO, VAN...

Navegaciones
Pedro Miguel navegaciones@yahoo.comhttp://navegaciones.blogspot.com/
■ La mamá de don Porfirio
■ 20 de Noviembre en Youtube

Las revoluciones suelen ser una síntesis de lo mejor y lo peor de la especie. Una vez que el poder establecido ha caído en pedazos, y en tanto se establece un orden nuevo, salen a relucir, en todos los bandos, actitudes generosas y conductas miserables, justicia y atropello, ideal y exceso. Su inicio equivale a la apertura ingenua de una caja de Pandora, y al principio nadie sospecha que las cosas vayan a llegar tan lejos, y que vayan a ir tan mal. Cuando don Francisco Indalecio promulgó, en su exilio de Texas, el Plan de San Luis, de seguro no se imaginó la matazón que habría de ocurrir en México en la década siguiente. Los bolcheviques, cuando acordaron el asalto al Palacio de Invierno, tampoco podían prefigurar la guerra civil, la intervención extranjera ni los terrores blanco y rojo, mucho menos las purgas estalinistas.
Hace un siglo (y hasta la fecha, piensan algunos), el único camino para implantar un nuevo y necesario pacto social pasaba por el escenario indeseable de la revuelta armada, con su saldo obligado de destrucción y muerte. Mientras más urgente es el primero, más profundo y mortífero suele ser el segundo. Los rasgos excluyentes, represivos, frívolos, corruptos y antisociales de la oligarquía, conforme se acentúan, hacen más difícil la contención de los descontentos profundos, y más probable, severo y enconado el estallido de violencia.
En 1908 México era un país preponderantemente rural, comunitario y miserable, mucho más desarticulado que hoy día y, por lo mismo, más inmenso. En las ciudades y en los cascos de las haciendas, juntos pero no revueltos con el pobrerío de los obreros, los jornaleros, la servidumbre y los simples pelados, se apiñaban patriarcas que alternaban el frac con el traje de charro; señoritos que estrenaban los primeros automóviles del mundo y señoritas que habitaban en cuentos de hadas. Y era un país que empezaba a estar hasta la madre del autoritarismo, la desigualdad insultante y los fraudes electorales para perpetuar el poder de los ricachones, así como de las consecuencias de una crisis económica mundial que, ante la imprevisión y el descuido de las autoridades, se tradujo, al interior del país, en desempleo, carestía, recesión, devaluación de la moneda y caída salarial.
La señora María Petrona Mori, mixteca con algo de sangre italiana, no tuvo una vida fácil. Casó con José Faustino Díaz, quien fue administrador, veterinario, militar, mesonero y herrero, y pudo darle, con sus múltiples oficios, una situación económica desahogada. Pero la pareja pasó sus primeros 11 años sin concebir, algo que en esa época daba lugar a las habladurías. Algo debe haber ocurrido entre los dos en 1819, porque a partir de ese año María Petrona empezó a parir sin descanso: Desideria, los gemelos Cayetano y Pablo –que murieron a temprana edad–, Manuela, Nicolasa, Porfirio y Felipe. Cuando éste estaba recién nacido, el padre enfermó de cólera morbus, falleció en cuestión de semanas y la mujer se vio obligada a sacar adelante, sola, a cinco críos. “Su buen juicio y sus deberes de madre le proporcionaron la manera de prolongar por mucho tiempo los escasos recursos” heredados del difunto, escribiría, décadas más tarde, el penúltimo de los vástagos.
Tal vez sea un prejuicio y una injusticia, pero al ver el retrato de doña María Petrona, pienso que algo tuvo que ver esa mirada implacable, ese gesto colérico, esa tensión malévola en la quijada y esa mano que cuelga, autoritaria y lista para la nalgada, en la militarización del país y en las masacres que su hijo habría de emprender, muchos años después, en Cananea y en Río Blanco, así como en la represión sangrienta en Acayucan y en otros puntos del territorio nacional. Acaso la severidad materna llevó a don Porfirio a refugiarse, de manera desmedida e irracional, en el útero tibio del poder. Podría ser que el niño regañado y castigado se hubiese visto tentado a conjurar los terrores infantiles causando, a su vez, terror entre sus gobernados. O bien estas elucubraciones son jaladas y lo que pasó es que la pobre señora sufría un cólico cuando le tomaron esa foto terrible y fue, en realidad, una madre amorosa que no tuvo responsabilidad alguna en el estilo personal de gobernar que exhibió su penúltimo engendro.
No podía saber la retratada que, a la postre, la caída de don José de la Cruz Porfirio de la silla presidencial habría de dar paso a un bienio de falsa tranquilidad, y luego, a una carnicería tan espantosa como fecunda que generó instituciones portentosas (actualmente bajo acoso de la corrupción privatizadora y de la tijera presupuestal), así como una Constitución cuya lectura produce, aún hoy día, un nudo en la garganta por su altura de miras y un dolor en el hígado por su pertinaz incumplimiento.
Cuando era joven y me hallaba en la cúspide de mi irresponsabilidad, compuse, con motivo de un 20 de Noviembre, un Corrido de las carnes frías que se publicó en el suplemento Másomenos del viejo unomásuno y que hace poco me recordó El Fisgón. Iba más o menos así:
Voy a cantar el corrido de aquellos aciagos días en que muchos generales se volvieron carnes frías.
Carranza mató a Zapata mas no le duró la dicha, pues a Carranza, a su vez, Obregón lo hizo salchicha.
En Parral, años más tarde, le tocó al general Villa la triste suerte de ser convertido en vil morcilla.
En el año del 28 al general Obregón, un señor desconocido nos lo convirtió en jamón.
Y al hablar de los jamones en aquel tiempo lejano no podemos olvidar el nombre de un tal Serrano.
Señores, ya me despido, que tengan muy buenos días, y aquí se acaba el corrido de las tales carnes frías.
Aquello fue un muerterío y, al mismo tiempo, una suma de esfuerzos trascendentes para hacer país. Olvídense de las inútiles, pomposas, turbias y porfirianas comisiones oficiales de festejos bicentenarios y conmemoren este 20 de Noviembre en Youtube: Aquí: http://www.jornada.unam.mx/2008/11/20/index.php?section=opinion&article=044o1soc

Desafortunadamente, en México, la lógica no funciona.

México SA
Carlos Fernández-Vega cfvmexico_sa@hotmail.commexicosa@infinitum.com.mx
■ Todo lo que sube nunca baja en el gobierno de la “continuidad”
■ Pérdida de empleo en la industria textil

Gasolinera en la ciudad de México. Los consumidores ahora esperan que los precios de las gasolinas se equiparen con los de Estados Unidos, que ya son más bajos Foto: María Meléndrez Parada
Un verdadero milagro, marca Tonatzin, sería que en este heroico país el precio de algún producto o servicio registrara una tendencia descendente, de tal forma que el de por sí agredido consumidor obtuviera cierto tipo de beneficio, por pequeño que éste fuera. Acostumbrado a que todo precio que sube allí se quede en espera del siguiente aumento, el gobierno de la “continuidad” se aferra a contrariar la ley de gravedad y asegura que todo lo que sube, nunca baja. Y el caso de la gasolina patentiza.
Todo comenzó a mediados del año en curso, cuando, micrófono en mano, el inquilino de Los Pino se “comprometió” a “mantener los subsidios a los combustibles para amortiguar el efecto de la inflación en los consumidores”, y el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, aseguró que los subsidios a los combustibles “de que son sostenibles, son sostenibles”.
A partir de allí, los precios de los combustibles no han dejado de subir y el subsidio a desaparecer, a grado tal que hasta el Banco de México se ha visto en la penosa necesidad de reconocer que dicha alza, junto con la de las tarifas eléctricas (también víctimas de un “compromiso” gubernamental en igual sentido), ha contribuido de forma decisiva en el incremento sostenido de la inflación. ...Más netas cantadas, a las mentiras del ESPURIO, aquí: http://www.jornada.unam.mx/2008/11/20/index.php?section=opinion&article=026o1eco