lunes, 9 de febrero de 2009

Pueden hacer lo que les vanga en gana los llamados poderes fácticos, ya que son socios de los gobernantes en turno, sus soldados, sus amigos y aliados

Bajo el acoso de los poderes fácticos

En días recientes, con el telón de fondo de una inusual exhibición de divergencias entre el Banco de México (BdeM) y el gobierno federal, la devaluación del peso ha experimentado intensos embates especulativos. Con el afán de contener la devaluación de la divisa nacional, la institución monetaria ha “quemado” miles de millones de dólares de las reservas internacionales del país, primero mediante subastas y, posteriormente, por medio de las llamadas “intervenciones directas”, mecanismo de suma opacidad que abre la puerta a la asignación de grandes cantidades de divisas, a precios preferentes, a entidades financieras privadas. En el contexto actual, y tras cinco lustros de un mal entendido “realismo” monetario y de satanización oficial de mecanismos como el control de cambios, las instancias públicas carecen de otros mecanismos para incidir en el tipo de cambio y no tienen más recurso para contener la caída del peso que transferir las reservas de dólares del país a los especuladores. Cabe preguntarse qué ocurrirá si estas reservas se agotan antes que el apetito de los cambistas por obtener ganancias fáciles –y legales, al fin de cuentas– a costa de la destrucción de uno de los indicadores fundamentales de la economía.