Lo que acaba de resolver el mencionado tribunal en relación con la elección de delegados de Miguel Hidalgo y Cuajimalpa en el Distrito Federal es simplemente el ejemplo más reciente de lo que ya se sabía desde septiembre de 2006, cuando falló a favor de Calderón, a pesar de haber reconocido que hubo mano negra y muchas anomalías en el proceso electoral de aquel año.
El TEPJF, como nos recuerda Granados Chapa en su columna del 28 de septiembre, está compuesto por una sala superior y cinco regionales. En la que corresponde al Distrito Federal, junto con otros cuatro estados, el Senado de la República puso a un personaje salido de las huestes de la ultraderecha de Jalisco, un jovencito sin méritos propios de nombre Roberto Martínez Espinosa. Los senadores del PAN (51), más otros 10 paleros de otros partidos, aprobaron a Martínez para la sala regional, pese a que era el menos calificado de la terna enviada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (Granados, ídem). Vale decir que ésta forzó la lógica para incluirlo en la terna, por lo que desde ahí tenía que haberse visto que su designación estaba sesgada para favorecer al PAN. Y los panistas criticaban este tipo de enjuagues que eran comunes en la larga vida del priato. Ya se les olvidó… convenientemente.
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