El barco de gran calado de la economía nacional navega sin timonel ni rumbo, cual vacía cáscara de nuez. Al sentir la presión de sus picudos apoyadores que claman por instantáneos favores adicionales y el repudio popular masivo, el Sr. Calderón siente que debe reaccionar, hacer algo, e impele, con planeada urgencia, a sus subordinados a darle alguna salida, cualquiera a mano. Pero su orden no la dirige a encarar de frente los problemas reales, menos trata de recurrir a la inventiva, sacar el coraje, elevar la ambición de líder, coordinar a un equipo renovado o aguzar la visión y fortalecer la voluntad para lograr cierta mejoría para el pueblo. Tal panorama de acciones y disposición del ánimo no se ajusta al talante del Sr. Calderón. Él se refugia tras los call centers, las cámaras y los micrófonos de la radio, sus acariciados medios que piensa, él sólo, en el laberinto de aislamiento en el que se ha enclaustrado, como su coto natural, el arma de alto poder disponible a su inacabable largueza.
Columna (buenísima) completa, aquí.
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